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Aceite de emú

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PUBLICADO EN GATOPARDO.BLOGIA.COM A mí me cae mal toda la gente que mide más de un metro y medio, no los soporto, me machacan las cervicales si no quiero mirarles fijamente al cinturón.
Ramón Monroy mide casi dos metros.
A mí me indigna esa gente energética, emprendedora, constante, capaz de llevar a cabo sus ideas y convertirlas en realidad, con una salud a prueba de bombas y una sonrisa permanente.
Ramón Monroy se multiplica en sus tres negocios, en el tiempo libre hace filigranas con sus huevos de avestruz, no ha tenido ni el sarampión, y cualquiera diría que le acaban de contar un chiste muy bueno.
Tacho de mi lista de amigos a la gente que va en malas compañías y no evita su trato, porque creo que no es una casualidad ni un detalle menor.
Ramón Monroy se ha dejado retratar en la prensa acompañando a Gorvachov, a la princesa Ana de Inglaterra y a otros cuantos por el estilo.
No soporto a la gente que te cuenta que el dolor de muelas se evita secándote primero las manos y después la cara; que para las almorranas hay que llevar una castaña o un palito de higuera en el bolsillo, y que para tener el pelo esplendoroso hay que cortarselo mirando la luna.
Ramón me dio un bote de aceites aborígenes con una fórmula secreta que le fue revelada por los Kadachi en Australia, diciendo que eso me aliviaría bastante, cuando yo llevaba dos años practicamente manca por la artrosis, sin poder hacer cosas tan sencillas como usar un abrelatas, sujetar un plato, abrir un tapón de rosca, escurrir una bayeta o sujetar el libro que leyera, ni trabajar en lo mío, que es la restauración de muebles.
Si nunca he sido una persona de carácter piadoso y bienintencionado, escuchar semejante paparruchada, como si habláramos de vagas molestias de neurasténica, me hizo desearle un dolor que cuanto más corriera más le doliera y cuando parara reventara, para recomendarle ajo y agua.
Pero como no tenía crema hidratante para las manos empecé a usar Facagli Artroil.
Esa noche después de apagar la luz caí en la cuenta de que no había usado el atril portatil para leer “Opus Dei” de Jesús Ynfante. Al día siguiente, después de comer, me percaté de que llevaba el plato con una sola mano y había abierto un bote de guisantes sin el abralatas eléctrico.
A los quince días de usar Facagli Artroil pude lijar los barnices de una talla de madera y fue cuando me tuve que confesar que, aunque Ramón tenía todos los números del sorteo para caerme mal, me caía muy bien.
Y si se creen que esto es un cuento, pregúntenle a él.
Ramón Monroy
aceitesaborigenes@aceitesaborigenes.com
Teléfono 976 63 10 93
http://www.aceitesaborigenes.com/
Pero no le digan que se lo he dicho yo, que es un gigante tímido y no me lo perdonaría.

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